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jueves, 19 de marzo de 2009

Al límite de la verdad

Daniella de Icelli recorría los pasillos del magnífico y suntuoso palacio austriaco aparentemente errante y sin rumbo. Sus ademanes gráciles y cadenciosos parecían ingenuos y espontáneos , pero no lo eran. En ella hacía tiempo que muchas cosas dejaron de ser espontáneas. Desde que le arrebataron su infancia, la desvalorizaron y utilizaron para trapicheos ocultos con el fin de llenarse los bolsillos aquella parte de candidez había sido arrancada de ella durante su adolescencia y de forma prematura y espantosamente forzada . Recordó que madre solía decirle que el mundo pertenecía a los valientes, a aquellos que tenían la fortaleza necesaria para aguardar al amanecer y no desesperaban, sino que prevalecían mientras éste llegaba

.Su madre fue mujer de principios dignos e ideales irrealizables. También a ella le arrancaron un retazo de su alma, de su vitalidad, que no llegaría a recuperar. Claro que ella, ciñéndose a sus propios principios no había caído , sino que había resurgido de las cenizas en que la sepultaron con una nueva premeditación, una nueva frialdad que empañaría eternamente todos sus antiguos propósitos y esperanzas, toda su utopía languideció para siempre, cuando también a ella le arrebataron el derecho a ser libre, a reír, a llorar. La habían privado de una parte importante de su humanidad que parecía ahora irrecuperable y contemplaba sus viejos deseos de libertad desde el vaho que empaña los recuerdos. Pero aunque cambiada y hierática, tan distinta de cómo Daniella la recordaba , al menos había aprendido a sobrevivir. Su filosofía se había invertido, ya que no era capaz de cambiar el mundo, cambió ella para adaptarse a aquella espiral de codicia, triunfos y reyes enaltecidos sobre el trono de otros a los que derrumbaron para lograr su objetivo. Elizabeth perdió su vida, su propia felicidad se escapó de sus manos como arena , ahogada por el mar de horrores que había vivido, mas su dignidad permanecía intrínseca e inquebrantable.
Danielle también se había visto obligada a simular, a colocarse una máscara de hipocresía y apariencia cuando se movía entre peones sociales, pero ella no había renunciado a su libertad, nunca lo haría, no cometería el mismo error que le había costado a su madre las ganas de ser feliz Le parecía que el mundo de toda esa gente de título noble , de los poderosos, tan complejo y dogmático, tan contaminado por el deseo de poder y tan alejado de la humanidad y los valores morales permanecía estático y subyugante , y no había nada en él que pudiera llenarla. Suspiró con cansancio y resignación. No era la primera vez que se le ocurría embarcarse en una aventura , abandonar todo cuanto conocía y poseía y empezar una vida nueva con una nueva identidad, como persona incógnita y sin nombre, pero libre. Pero no era ingenua. Si algo había aprendido es que no es tan fácil salir de un círculo que va estrechándose cada vez más hasta el punto de cercarte, de ahogarte. Por más que quisiera sus ideales no conseguirían librarla de la red donde se hallaba atrapada. Y la idea de quedar retenida en aquel mundo tan aparentemente magnánimo y tan realmente miserable le producía tanta angustia y repulsión como tristeza.
Mientras cavilaba, penetró en la capilla del palacio, donde hombres y mujeres de la nobleza, realeza y cortesanos se movían como sombras, hablaban y gesticulaban con la grandilocuencia del que ruega interiormente ser escuchado para vanagloriarse y envanecerse con las fastuosidades y la falsa autosatisfacción de su clase social o de sus privilegios como cortesanos. Danielle , que criada y sometida a la fuerza a aquel mundo engañoso y fatuo no lo amaba en absoluto, los contemplaba divertida, bajo su abanico de plumas escondía una sonrisa irónica y amarga y un pensamiento de lástima para aquellos seres víctimas de sus propia vanidad , pero su mirada provista de aquellas largas pestañas y esos párpados levemente caídos dedicaban una mirada cortés y encantadora a todo aquel que la saludaba con una inclinación de cabeza o extendía su mano en un ademán de besar la suya .
No muy lejos de ella, el cardenal Karl , que se encontraba de espaldas frente el altar, conversaba tranquilamente con una pareja de nobles. Con las manos recogidas a la altura de la cintura y el rosario entre ellas, escuchaba y asentía con la cabeza de vez en cuando , con gesto pensativo . Cuando la pareja se retiró con una leve inclinación de cabeza, Karl se volvió hacia Danielle. De repente en su gesto pasó de la seriedad y la inexpresión a la ternura, se pasó una mano por el pelo canoso y sacudió la cabeza con pesar, como si intentara desprenderse de la tristeza que su anterior conversación le había dejado. En su rostro cansado apareció una sonrisa cálida cuando se acercó con pasos lentos a la bella mujer que lo observaba semioculta tras un pilar con una divertida sonrisa y una mirada cómplice y jubilosa.
-Su excelencia-Daniella inclinó la cabeza ante él en un ademán grandilocuente y ligeramente socarrón.
-No es usted la que ha de guardarme esa clase de respeto, querida-El hombre aceptó el desafío con diversión .
- Hay que cumplir con el reglamento, querido , nuestra amistosa y cercana relación no debe perturbar a “ los de arriba” , recuerde que ostenta usted un puesto importante dentro de esta jerarquía.-el tono de ella, aunque continuaba sonando indulgente y despreocupado, estaba velado de un veneno contenido , pero a él no le sorprendió, pues a pesar de la ostentación de su cargo eclesiástico, no era para él ningún secreto la repugnancia que Daniella profería a la iglesia católica, así como a la política absolutista.
-Dejemos los votos a un lado, ¿ no te parece?-Kurt , que tan bien la conocía, sabía cuando firmar una tregua y darle un descanso al tema social que cayese en manos de aquella rebelde con causa.-Vayamos a dar un paseo por los jardines, tengo mucho que contarte-propuso con una extenuante sonrisa, sus ojos azules mostraron sincero interés ante las perspectiva.
Danielle cedió con una sonrisa condescendiente, dejándose aplacar.
Kurt la condujo por la puerta trasera al suntuoso jardín del palacio, una vez lejos de miradas indiscretas, la tomó del brazo y pasearon compartiendo confidencias como hace tanto tiempo…que parecieron transportarlos a ambos a un tiempo lejano, casi irreal, cuando la paz predominaba a salvo de intrigas y traiciones.





Es otra historiia que escribí hace tiempo, dentro de pcoo vendré con algún artículo o que actualice Raúl que supongo q estará liado;)
SaluDos!


CoRa.

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